Como cada tarde Alice salta impaciente de la silla, pues ya llego por fin la hora de salir, no es que no le guste su trabajo, pero es de esos trabajos aburridos en los que con mucha, mucha suerte entran dos o tres personas a lo largo de sus ochos horas de jornada laboral.

Como cada día igualmente pasa por el almacén para recoger su compañera de fatigas, su bici… es viernes y como todos ellos Alice tiene un mismo recorrido, pedalea rauda y veloz hacia la floristería donde como siempre recoge un hermoso ramo de margaritas blancas que colocara mas tarde en el salón de su casa para dar más luz a su hogar, su casa es una de esas casitas pequeñas pero bien organizada, con tan solo cuatro cositas básicas , eso sí estilo oriental, su preferido, tiene bastante luz pues todas las habitaciones dan a un gran parque con columpios por lo que su hogar se convierte en algo cálido y acogedor.

Son tres pisos por subir pero Alice no desespera y bici a cuestas sube los cuarenta y ocho peldaños que llevan a su dulce morada, rápidamente se cambia de ropa pues de nuevo sale de casa para ir a entrenar, va tan solo unas manzanas mas allá de su edificio a un pequeño gimnasio familiar donde entrenara como una loca hasta la hora de cerrar.

El reloj del gimnasio marca ya algo más de las once y como cada noche el dueño del gimnasio se ofrece gustoso para acercarla a casa pues aunque no vive lejos es cierto que apenas si hay algo de luz y el frió invierno deja las calles desiertas, ella por supuesto siempre dice que no, que llega en un momento, pero por dentro siente ese respeto que hace que uno no pueda respirar hasta llegar al sofá.

Algo más de las once y Alice sudorosa se despide del dueño y su señora, que espera impaciente a que todos marchen para llegar a casa a descansar, cruza la calle y decide inesperadamente y raro en ella_ pues es una mujer de ideas fijas_ cambiar su recorrido para llegar a casa, a paso lento se dirige hacia el parque, es extraño pero algo le hace recordar su niñez y ahora se columpia en la oscuridad de la noche, pasa unos minutos entre lejanos recuerdos, el frió se empieza a apoderar de ella pues no se ducho después de entrenar y ahora el sudor se ha enfriado descompensando el calor corporal de su cuerpo.

Se levanta tranquilamente del columpio para recoger de nuevo su mochila cuando ve esa sombra a su izquierda, vestido de negro impoluto y pálida piel la observa desde lo profundo de la noche, un grito seco sale de su pecho a la vez que torpemente tropieza y cae al suelo hincando en este sus rodillas, su corazón late demasiado rápido, demasiado inquieto pues levanta la mirada y no esta, ya no le ve, de pronto ve pasar rápidamente esa figura pálida por su costado, y sin pensarlo, sin mirar más allá de sus narices corre sin parar presa del miedo, pero al llegar a las puertas del parque su cara se desfigura por completo, lo que pareció ser solamente unos minutos debieron de ser algo más pues el parque lo cierran a las doce y ya estaba cerrado.

No le importa ella es ágil y decide saltar la valla que la separa de casa, el crujido de una rama tras su espalda estremece todo su ser, siente que sus piernas son tan pesadas que se ve incapaz de saltar, su pecho no puede más va a estallar, solo le falta llorar, su mente recuerda en un segundo que hay otra puerta justo al otro lado del parque cuando…de pronto siente su respiración justo en su cuello, justo debajo del lóbulo de su oreja derecha, esta inmóvil, silenciosa y prácticamente no respira, solo siente el aliento de esa sombra tras ella, algo frío roza su piel y justo cuando la agarran de la sudadera que lleva en la cintura ella echa a correr, corre gritando presa del pánico, deseando que algún vecino del barrio pueda escucharla y acuda en su ayuda.

Alice no deja de correr cuando ve a lo lejos las puertas abiertas, quiere llorar pero esta vez de emoción pues ve aquí su salvación , cruza las puertas apenas sin mirar deseando dejar todo atrás, su corazón no puede más, demasiada tensión…

Su cuerpo inerte se encuentra ahora en el suelo, tendida boca abajo, apenas puede moverse, apenas le dio tiempo a sentir el impacto que la hizo caer, sus ojos solo ven asfalto, el frío y áspero asfalto, siente como una mano se desliza por su espalda pero Alice no se puede mover…

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LA CAJA DE MIS SUEÑOS

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