Orlando y Hugo nos miran y ríen de ver la absurda conversación que ambas llevábamos.
Hugo y Nora ocupaban los asientos de la parte delantera, mientras que Orlando y yo los de la parte trasera, al principio el paseo en lancha no estaba mal, la brisa era agradable y el paisaje perfecto, pero pronto empezaríamos a coger velocidad y me daría cuenta de que mi amiga de nuevo me había embarcado en una de las suyas pues ahora me encontraba en los rápidos del rió contracorriente y en dirección a los pies de las cataratas.
Mi corazón va a doscientos y aunque mi niño me sujetaba fuertemente para que no tuviese miedo los saltos que se sucedían continuamente me mantenían en una tensión constante, Nora por supuesto gritaba sin parar ese típico grito suyo de libertad pero esta vez acompañada por Hugo que era igual o más cabeza loca que ella, ambos iban con los brazos levantados gritando y riendo sin parar como si de una atracción de feria se tratase mientras que Orlando reía pero mucho más relajado que ellos y yo… bueno yo también llevaba una sonrisa en mi cara pero se notaba demasiado que está era forzada.
La lancha paró en seco cuando llegamos a los pies de la cascada, la verdad que el espectáculo era impresionante y como experiencia ¡única!, no podíamos hablar nada en aquel momento pues el ruido del agua era atronador así que nos dedicamos a contemplar aquella maravilla.
La vuelta no fue menos fascinante que la ida pues ya más tranquilos podíamos charlar y contemplar la hermosura de aquel lugar, todo tan verde, con un mar de vegetación que nos regalaba la naturaleza y con la agradable compañía con la que viajaba hicieron de la vuelta un trayecto de lo más ameno.
Cuando llegamos a la orilla y pusimos de nuevo pie en tierra Nora me miro como diciendo ¡Me va a matar! Pero se equivocaría pues me adelante a sus pensamientos y dije:
! Ha sido fascinante!
¿Cuándo repetimos de nuevo?
Mi amiga quedo completamente sorprendida pero más sorprendida quedaba yo pues lo decía en serio, por primera vez en mi vida me sentía viva, me sentía fuerte y era todo gracias a ellos.
Mañana- dice Hugo de pronto.
Todos le miramos con cara de… ¿Qué pretendes hacer? Y pedimos una respuesta casi de forma unísona.
¡Alquilare un helicóptero!
¡Visitaremos las cataratas desde el cielo!
¿Otra vez las cataratas?-pregunto Nora
¡Si! Pero esta vez desde Argentina, desde el cielo-contesto Hugo muy emocionado.
Nora hizo una mueca y se quedo fija mirándome, lógicamente los demás se dieron cuenta y también quedaron esperando saber qué pasaba.
Tengo pánico a las alturas- dije
Hugo quedo un poco desilusionado aunque eso pronto lo solucionaría yo, pues aquel lugar me ofrecía una energía especial que sentía dentro de mí, quizás debido a mi deseo de sentirme bien de una vez por todas.
¡La mejor manera de superar un miedo es enfrentarte a él!- dije muy segura de mi misma.
Alquila ese helicóptero tengo ganas de seguir quemando adrenalina.
La cara de Hugo era de satisfacción absoluta en ese momento, mientras que la de mi amiga era de asombro pues nunca me había visto hacer algo así, me sentía temeraria y con ganas de hacer cosas fuera de contexto o al menos del mío habitual.
La tarde transcurrió muy tranquila, en la terraza del hotel, descansando y conversando plácidamente, a todos nos apetecía relajarnos un poquito pues los días anteriores habían sido bastante moviditos entre unas cosas y otras.
Esa noche ya no me moleste en ir a mi habitación, directamente me pare en la suya dejándole bien claro que no pensaba dormir sola esa noche ni ninguna otra, al menos en este viaje.
Apenas si había amanecido cuando Nora nos estaba llamando a la habitación para despertarnos y meternos prisa para bajar a desayunar, nosotros por nuestra parte nos tomamos nuestro tiempo, pues abrir los ojos y ver a esa criatura a tu lado con ese cuerpazo escultural precisa de ciertos cuidados que recién levantados todavía son más agradecidos que durante el resto del día.
Cuando bajamos al restaurante ambos nos miraban con cara de ¡Ya os vale! A lo que nosotros no hicimos comentario alguno, bueno excepto el que yo le hice a Nora;
¡Amiga, te lo dije, todo un desperdicio mi cama de dos por dos, llevo dos noches sin utilizarla!
Nora no pudo contener la risa y casi se ahoga intentando pasar el trago que de café con leche en ese momento tenía en su boca.
¡Cariño mío, estas irreconocible!- contesto ella una vez repuesta.
Pronto nos pondríamos en marchar pues teníamos que ir hasta el aeródromo y ya llevábamos algo de retraso, aunque Hugo estaba dispuesto a llegar a tiempo ni Nora ni yo le permitimos sobrepasar la velocidad recomendada.
Bueno…
Ya estamos en el aeródromo y tengo frente a mí a esta libélula gigante, ya nada puedo hacer más que enfrentarme a mis miedos y demostrarles que he cambiado y que soy capaz de todo.